
Original: archivos de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa
Joseba Lopezortega
Preámbulo y agradecimiento
En el ámbito de la música, pocas ciudades deben reconocimiento a una institución y a sus fundadores de una forma tan clamorosa como Bilbao. La institución es la Sociedad Filarmónica, sus fundadores Lope de Alaña, Juan Carlos de Gortazar y Javier Arisqueta. Ellos pusieron en marcha la propia Sociedad, el Conservatorio Vizcaíno de Música (hoy Conservatorio de Música Juan Crisóstomo de Arriaga, el conservatorio de Bilbao) y la Orquesta Sinfónica de Bilbao, y lo hicieron con una inteligencia y claridad sobresalientes. También la Diputación Foral de Bizkaia supo, casi desde los momentos iniciales, sumar su apoyo a ese florecimiento musical de Bilbao que es el origen de buena parte de la actualidad arquitectura musical de Bilbao y de Bizkaia. Bilbao es una entidad musical consistente en 2014 porque, a excepción de la posterior ABAO-OLBE, un trío de inteligentes gestores y una institución foral sensible y abierta a la cultura establecieron en unos pocos años una estrategia cultural sólida en torno a la música. Por eso, todas esas instituciones destacan en sus historias la importancia de esos tres grandes impulsores, a quienes se conoce como “Los apóstoles”.
“Documentos”, sección que inaugura este texto, no podía iniciar su andadura sin mencionarles. Pero hemos elegido la carta administrativa que abre esta colaboración para la cabecera del post para integrar, y así agradecer su confianza, a las dos instituciones que van a protagonizar de forma destacada el desarrollo de esta serie de “Documentos” de la historia de la música en Bilbao y Bizkaia: la Sociedad Filarmónica de Bilbao y la Orquesta Sinfónica de Bilbao.
El documento: certificado de una visión
Si bien pronto se percibió la importancia que la Sinfónica de Bilbao podía alcanzar como factor social y abierto de enriquecimiento cultural de la Villa, realmente no nació con la vocación de servir a la sociedad, tal y como hoy lo entendemos, sino para proporcionar cobertura orquestal a una sociedad, la Filarmónica, que sin una orquesta veía muy mermadas sus posibilidades de programar repertorio. Contar con una orquesta implicaba dotarse de un instrumento idóneo para el enriquecimiento de la propia Sociedad. Pero la realidad se impuso muy pronto: el objeto de la Filarmónica no era la gestión ni la financiación de una formación sinfónica, sino programar conciertos -así sigue siendo hoy en día-. Los apóstoles lo entendieron desde el primer momento, y concibieron la BOS como una entidad autónoma, con sus propios intereses y necesidades de medios, y de ahí que en el mismo año de fundación de la Sinfónica de Bilbao, hoy BOS, la orquesta remita esta carta a Juan Carlos de Gortazar, a la sazón secretario de la Filarmónica.
Ambas entidades decidieron aclarar los términos de su relación. Habían transcurrido sólo unos meses desde el primer concierto en la historia de la BOS (8 de marzo de 1922). La Filarmónica demandaba a la BOS en aquella Temporada dos conciertos de orquesta sola, y cuatro de acompañamiento a algunos solistas. Los precios eran distintos: 3.000 pesetas (de 1922) para los programas de la orquesta sola, y 2.000 pesetas para los acompañamientos.
Esta independencia orgánica resultó esencial para la mejora de la gestión de la BOS en un plazo de tiempo muy corto. El mismo fuero disfrutaba el Conservatorio, cuyo director, el belga Armand Marsick, fue también el primer maestro titular de la BOS, y esa inteligente comprensión de la modularidad, unida a la colaboración entre diferentes con el objetivo de sumar, explica aquella década dorada. Explica también otro hecho esencial: la posibilidad para la Diputación Foral de Bizkaia de entrar con fuerza en la Orquesta o el Conservatorio, mientras que la Sociedad Filarmónica quedaba al margen de las necesidades de subvención pública, otro rasgo esencial felizmente preservado.
Los apóstoles no crearon entes esclavos: crearon infraestructuras, cultura y libertad. Muchos papeles, muchas fotografías y otros materiales se irán mostrando en esta sección sin orden cronológico, sino como ilustraciones comentadas y/o razonadas de la larga y enraizada inclinación de Bilbao y Bizkaia hacia la música y la cultura. Si en otras secciones de Klassikbidea reposan la actualidad o se recoge la crítica, aquí se encontrarán la memoria, el dato y también el orgullo: comedido, naturalmente, pero orgullo. Por lo que fuimos y por lo que somos.
